UN JEREZANO OLVIDADO, ANTONIO PIZARROSO GARCÍA.
Antonio Pizarroso García, nació en Jerez el 11 de abril de 1811, aunque fuentes consultadas aseguran que fue el 19 de marzo del mismo año.
Siendo sus padres Carlos Pizarroso y Petronila García Corvalán, ella de nobles ascendientes, los Villavicencio y Corvalán, muy destacados en la Conquista de Canarias, a finales del s. XV, por el jerezano Pedro de Vera.
Su infancia transcurrió sencilla, apacible, en medio de una familia laboriosa. En sus primeros años, Antonio se dedicó al estudio y todo su afán desde pequeño era vestir un día el uniforme de la gloriosa marina española.
Reveses de la fortuna obligaron a sus padres a trasladarse a Cádiz, donde Antonio continuó con gran aprovechamiento sus estudios. El ancho mar constituía para él la mayor de las tentaciones.
Quería ser marino, estaba decidido, pero a la muerte rápida de su padre vio truncarse sus esperanzas y tuvo necesidad de lleno al trabajo para mantener a su familia.
El teatro le abre sus puertas.
Tal vez estuviera muy lejos de la imaginación del chico, que el teatro iba a ser la carrera de sus mayores triunfos. Aficionándose al mismo, y muy pronto se encontró en las tablas. En 1832, se presentaba por primera vez al público en un teatro de Cádiz, con motivo del beneficio a la gran actriz doña Juana Díez. El joven triunfo aquella vez, y esto le valió para que su trabajo en la escena durase un año entero.
Su fama se agrandó por día, y en 1837, firmó un ventajoso contrato que le llevó a Valencia, como galán sobresaliente de una buena compañía.
De Valencia fue por los principales escenarios de España, hasta llegar a Bilbao, donde le cogió la guerra civil. El jerezano fue uno de los primeros que empuñó el fusil, se prestó a la defensa de la ciudad, lo que le valió diversas condecoraciones.
Dadas sus grandes cualidades para la escena, los más afamados autores de aquellos tiempos escribieron obras expresamente para él.
De entre todas sus actuaciones, destacó en la "Abadía de Castro", "El Zapatero y el rey", "Los dos Carceleros", "Bocanegra", "El guante de Conradino", "Alfonso Mario","Guzmán el Bueno" y "El rigor de la desdicha", trabajando en todas ella como primer actor.
Llamaba la atención en la escena por la exactitud de sus modales, el buen gusto que le distinguía en el vestir y su perfecta caracterización.
Del teatro al Conservatorio.
Pasados los años, Antonio Pizarroso, se retiró de la escena, si bien, vivió constantemente al lado de ella. Fue nombrado profesor del Conservatorio de Música y Declamación, de Madrid, y en este lugar permaneció hasta que pasó a ser Director de la Escuela de Declaración que abriera la empresa del Teatro Español.
Al tomar posesión de este su nuevo cargo, en octubre de 1872, donde pronunció un discurso donde luego fue impreso en Madrid.
Su gran pasión por el teatro le hizo entregarse por completo a la enseñanza de la declamación, dando clases incluso en su propia casa, a los numerosos alumnos que apreciaban en él al consumado profesor y maestro. Así le cogió la muerte en 1874, en la capital de España.
Aquel jerezano ilustre se fue a la tumba con el pecho descubierto de condecoraciones, entre ellas la Encomienda de Isabel la Católica, La Cruz de Carlos III, las cruces militares de San Fernando, de Cheste, del sitio de Bilbao y otras.
Dejó escritos un "Tratado de Declamación" y "Reflexiones sobre el arte de la declamacion", que vió la luz en 1867.
Esta es la gloriosa figura de aquel jerezano, timbre de nuestra escena, que PERMANECE EN EL OLVIDO.
CUANDO JEREZ ROTULE SUS NUEVAS CALLES, LAS RENOMBRE O QUIERA REDECORAR ALGUNA PLAZA, ROTONDA O BULEVAR, ACUÉRDENSE DE LOS HIJOS QUE LE DIERON FAMA Y MEJOR GLORIA.
Rodrigo DE MOLINA
Diario de Jerez, "Jerez, telones y bambalinas", 1989.
Pepón Ortiz 2017
Antonio Pizarroso García, nació en Jerez el 11 de abril de 1811, aunque fuentes consultadas aseguran que fue el 19 de marzo del mismo año.
Siendo sus padres Carlos Pizarroso y Petronila García Corvalán, ella de nobles ascendientes, los Villavicencio y Corvalán, muy destacados en la Conquista de Canarias, a finales del s. XV, por el jerezano Pedro de Vera.
Su infancia transcurrió sencilla, apacible, en medio de una familia laboriosa. En sus primeros años, Antonio se dedicó al estudio y todo su afán desde pequeño era vestir un día el uniforme de la gloriosa marina española.
Reveses de la fortuna obligaron a sus padres a trasladarse a Cádiz, donde Antonio continuó con gran aprovechamiento sus estudios. El ancho mar constituía para él la mayor de las tentaciones.
Quería ser marino, estaba decidido, pero a la muerte rápida de su padre vio truncarse sus esperanzas y tuvo necesidad de lleno al trabajo para mantener a su familia.
El teatro le abre sus puertas.
Tal vez estuviera muy lejos de la imaginación del chico, que el teatro iba a ser la carrera de sus mayores triunfos. Aficionándose al mismo, y muy pronto se encontró en las tablas. En 1832, se presentaba por primera vez al público en un teatro de Cádiz, con motivo del beneficio a la gran actriz doña Juana Díez. El joven triunfo aquella vez, y esto le valió para que su trabajo en la escena durase un año entero.
Su fama se agrandó por día, y en 1837, firmó un ventajoso contrato que le llevó a Valencia, como galán sobresaliente de una buena compañía.
De Valencia fue por los principales escenarios de España, hasta llegar a Bilbao, donde le cogió la guerra civil. El jerezano fue uno de los primeros que empuñó el fusil, se prestó a la defensa de la ciudad, lo que le valió diversas condecoraciones.
Actor de categoría y fama.
Antonio Pizarroso, trabajaba, dada su celebridad, con los mejores actores de la época. En 1847 le encontrado enrolado en la compañía de verso, en el Teatro Liceo de Barcelona, de allí pasó al de la Cruz, en Madrid, junto con la célebre Bárbara Lamadrid y el famoso actor Latorre, cuya escuela siguió juntamente con la Lombia.
Teatro Liceo de Barcelona
Dadas sus grandes cualidades para la escena, los más afamados autores de aquellos tiempos escribieron obras expresamente para él.
De entre todas sus actuaciones, destacó en la "Abadía de Castro", "El Zapatero y el rey", "Los dos Carceleros", "Bocanegra", "El guante de Conradino", "Alfonso Mario","Guzmán el Bueno" y "El rigor de la desdicha", trabajando en todas ella como primer actor.
Llamaba la atención en la escena por la exactitud de sus modales, el buen gusto que le distinguía en el vestir y su perfecta caracterización.
Del teatro al Conservatorio.
Pasados los años, Antonio Pizarroso, se retiró de la escena, si bien, vivió constantemente al lado de ella. Fue nombrado profesor del Conservatorio de Música y Declamación, de Madrid, y en este lugar permaneció hasta que pasó a ser Director de la Escuela de Declaración que abriera la empresa del Teatro Español.
Al tomar posesión de este su nuevo cargo, en octubre de 1872, donde pronunció un discurso donde luego fue impreso en Madrid.
Su gran pasión por el teatro le hizo entregarse por completo a la enseñanza de la declamación, dando clases incluso en su propia casa, a los numerosos alumnos que apreciaban en él al consumado profesor y maestro. Así le cogió la muerte en 1874, en la capital de España.
Aquel jerezano ilustre se fue a la tumba con el pecho descubierto de condecoraciones, entre ellas la Encomienda de Isabel la Católica, La Cruz de Carlos III, las cruces militares de San Fernando, de Cheste, del sitio de Bilbao y otras.
Dejó escritos un "Tratado de Declamación" y "Reflexiones sobre el arte de la declamacion", que vió la luz en 1867.
Esta es la gloriosa figura de aquel jerezano, timbre de nuestra escena, que PERMANECE EN EL OLVIDO.
CUANDO JEREZ ROTULE SUS NUEVAS CALLES, LAS RENOMBRE O QUIERA REDECORAR ALGUNA PLAZA, ROTONDA O BULEVAR, ACUÉRDENSE DE LOS HIJOS QUE LE DIERON FAMA Y MEJOR GLORIA.
Rodrigo DE MOLINA
Diario de Jerez, "Jerez, telones y bambalinas", 1989.
Pepón Ortiz 2017
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